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jueves, 11 de mayo de 2017

¿Qué hora es?


[Cuento - Texto completo.]
Elena Garro

—¿Qué hora es, señor Brunier?
Los ojos castaños de Lucía recobraron en ese instante el asombro perdido de la infancia.
El señor Brunier esperaba la pregunta. Miró su reloj pulsera y dijo marcando las sílabas para que Lucía entendiera bien la respuesta:
—Las nueve y cuarenta y cuatro.
—Faltan todavía tres minutos… ¡qué día tan largo! Ha durado toda la vida. ¿Dios me regalará estos tres minutos?
Brunier la miró unos segundos: recostada, con los ojos muy abiertos y mirando hacia ese largo día que había sido su vida.
—Dios te regalará muchos años —dijo el señor Brunier, inclinándose sobre ella y mirándole los ojos castaños: hojas marchitas que un viento frío barría en aquel momento lejos, muy lejos de ese cuarto estrecho.
—Alguien está entrando en este cuarto… el amor es para este mundo y para el otro. ¿Qué hora es, señor Brunier?
Brunier volvió a inclinarse para ver aquellos ojos color té, que empezaban a irse, girando por los aires como hojas.
—Las nueve cuarenta y siete, señora Lucía —dijo con tono respetuoso mirando a los ojos, que ahora parecían estar tirados en cualquier acera—. Las nueve y cuarenta y siete —repitió supersticioso y deseando que ella lo oyera. Pero ella estaba quieta, liberada de la hora, tendida en la cama de un cuarto barato de un hotel de lujo.
Brunier le tomó una mano, tratando de hallarle un pulso que él sabía inexistente. Con mano firme le bajó los párpados. El cuarto se llenó de un silencio grave, que iba del techo al suelo y de muro a muro. Sobre una maleta marchita estaba la chalina de gasa color durazno. La cogió y la extendió sobre el cadáver. Apenas hacía bulto en la cama. El pelo sepia formaba una mancha desordenada debajo de la gasa.
Brunier se dejó caer en un sillón y se quedó mirando los cristales brillantes de las ventanas. Afuera los automóviles de colores claros se llenaban y se vaciaban de jóvenes ruidosos. ¿Cuántos años hacía que, metido en aquel uniforme verde y dorado, cuidaba la puerta del hotel? Veintitrés años. Así se le había ido toda la vida. Le pareció que solo había abierto la puerta a malhechores. La banda era interminable y los “Buenos días”, “Buenas tardes” y “Buenas noches”, también interminables. Solo la señora Mitre le había dicho al entrar “¿Qué hora son?” La recordó perfectamente: venía seguida de dos mozos que le llevaban las maletas. No era demasiado joven, tal vez ya llegaba a los treinta años. Sin embargo, al pasar junto a él le sonrió con una sonrisa descarada. “Las señoras no sonreían así, solo los muchachos”, se dijo Brunier. Y para colmo, aquella señora le guiñó el ojo. Se sintió desconcertado. La viajera llevaba al cuello una amplia chalina de gasa color durazno cuyas puntas flotaban a sus espaldas como alas. Uno de los extremos de la chalina se quedó prisionera en una de las puertas y la sonriente extranjera dio un paso hacia atrás al sentirse estrangulada por la gasa. Brunier se precipitó a liberar la prenda y luego se inclinó respetuosamente ante la viajera.
—¡Gracias, gracias! —repitió la señora con un fuerte acento extranjero.
Brunier hizo una nueva reverencia dispuesto a retirarse. La extranjera lo detuvo sonriente.
—¿Cómo se llama?
—Brunier —contestó avergonzado por la falta de discreción de la señora.
—¿Qué hora es, señor Brunier?
Brunier vio su reloj pulsera.
—Las seis y diez, señora.
—El avión de Londres llega a las nueve y cuarenta y siete, ¿verdad?
—Creo que sí… —contestó el portero.
—Faltan tres horas y treinta y siete minutos —dijo la desconocida con voz trágica.
La extranjera cruzó el vestíbulo del hotel a grandes pasos. Su abrigo corto dejaba ver dos piernas delgadas y largas, que caminaban, no como si estuvieran acostumbradas a cruzar salones, sino a correr de prisa por las llanuras. Se inscribió en el hotel como Lucía Mitre, recibió su llave y anunció con desenvoltura:
—Reserven el cuarto 410 para el señor Gabriel Cortina que llega hoy en el avión de Londres a las nueve y cuarenta y siete minutos.
El cuarto 410 estaba al lado del cuarto 412, el número que le había tocado a ella. Durante varios días la señora Mitre comió y cenó en su habitación. Nadie la vio salir. El cuarto 410 permaneció vacío. En la vida del hotel llena de grupos de gentes que entran y salen, estos hechos insignificantes pasaron inadvertidos. Solo Brunier espiaba con atención las entradas y salidas de los clientes, esperando ver reaparecer a la señora de la chalina color durazno, que le había guiñado el ojo y preguntado la hora. Con discreción indagó entre las doncellas y los camareros.
—¿Qué? ¿La sudamericana? Está tocada. Se arregla, se siente en un sillón y pregunta: “¿Qué hora es?”
Marie Claire, después de imitar la voz y los ademanes de la extranjera, se echó a reír.
—¡Qué manía! A mí también no hace sino preguntarme la hora —dijo Albert, el camarero que le llevaba los desayunos.
—Algo le pasa —comentó Brunier pensativo.
—Está esperando a su amante… —exclamó Marie Claire soltando una carcajada rencorosa.
Brunier escuchó las confidencias y siguió cuidando la gran puerta de la entrada. Pasaron dos meses. De la gerencia del hotel le preguntaron a la señora Mitre si pensaba seguir guardando la habitación 410.
—¡Claro! El señor Gabriel Cortina llega hoy en el avión de las nueve y cuarenta y siete —contestó ella con aplomo.
—¡Es una extravagante! —dijeron en la administración.
—Los ricos pueden serlo. ¿Qué le importan esos francos si en su país tiene cien mil caballos y trescientas mil vacas? —replicó mademoiselle Ivonne con voz amarga y dejando por unos momentos las cuentas para entrar en la conversación.
—Todos los sudamericanos tienen muy buenas vacas y muy malas maneras. Como carecen de ideas están llenos de manías —dijo el señor Gilbert, asomándose por encima de su cuello duro.
La señora Mitre no tenía tantas vacas y al terminar el tercer mes no tuvo con qué pagar la última cuenta del hotel. El señor Gilbert subió a su habitación. La señora Mitre le abrió la puerta sonriente, lo hizo pasar y le ofreció asiento.
—Señora, lo siento, estoy totalmente desconcertado, pero… debe usted mudarse de hotel.
—¿Mudarme? —preguntó la señora asombrada.
El señor Gilbert estaba apenadísimo. La cuenta del hotel no había sido cubierta.
—Según tengo entendido, la señora no tiene dinero para cubrir la cuenta.
—¿Dinero? No, no tengo nada —dijo la señora echando la cabeza para atrás y riendo de buena gana.
—¿Nada? —preguntó el señor Gilbert aterrado.
—¡Nada! Lo que se dice nada —aseguró ella sin dejar de reír.
El señor Gilbert la miró sin entender lo que ella le decía. Realmente era aterradora la confesión de la señora que tenía delante.
—¿Por qué duda usted de su palabra si me dijo que llegaba hoy en el avión de las nueve y cuarenta y siete…?
—No, no lo dudo… —dijo Gilbert desconcertado.
La señora Mitre lo miró un rato con sus ojos color té. Luego pareció nerviosa, se torció las manos y acercó mucho su rostro al del señor Gilbert.
—¿Qué hora es…? —preguntó inquieta.
—Las cuatro y cinco —contestó el hombre casi a pesar suyo.
Las tardes eran ahora muy cortas y por las ventanas entraba el oscurecer gris y frío. El señor Gilbert encendió una lámpara que estaba sobre una consola y su luz rosada iluminó la cara pálida de la señora Mitre. Era duro decirle a aquella mujer sonriente y delicada que debía desalojar el cuarto ahora mismo. La miró con valor.
—¡Señora…!
Ella se volvió hacia él, sonriendo con aquella sonrisa de muchacho de campo y le guiñó el ojo.
—Sí, señor…
—Si pudiera usted, al menos, dejar algo…
—¿Algo? —preguntó ella asombrada y descruzando las piernas.
—Sí, algo de valor —dijo el señor Gilbert impaciente. ¿Por qué le tocaría a él precisamente venir a decirle a la señora Mitre esta estupidez?
Lucía Mitre apoyó los codos sobre las rodillas, sostuvo la cara entre sus manos y lo miró con fijeza como si no entendiera lo que le pedía. Gilbert guardó silencio. No se le ocurría agregar ninguna palabra.
—¡Ah! ¿De valor? —repitió Lucía, como para sí misma. Entrecerró los ojos y volvió a cruzar las piernas. De pronto se llevó las manos a la nuca y con decisión se quitó el collar de perlas de varios hilos que llevaba puesto.
—¿Esto? —dijo extendiendo las manos que sostenían las perlas. El señor Gilbert apreció desde lejos sus reflejos tornasoles y pareció tranquilizarse.
—Son muy caras… Cuánto rogué para que me las regalaran ¿Ya ve? Nadie sabe para quién ruega. Si Ignacio supiera… —agregó para sí misma.
El señor Gilbert no supo qué contestar. Lucía le tendió el collar con un gesto amplio.
—Ignacio es mi marido —dijo a modo explicativo.
—¿Su marido? —pregunto Gilbert al mismo tiempo que recogía la alhaja.
—Sí, mi marido…
Madame Mitre se quedó mirando al vacío, como si la palabra marido la hubiera transportado a un mundo hueco.
—Es una historia muy complicada. ¿Verdad, que las complicaciones son odiosas, señor…?
—Gilbert —contestó su interlocutor casi mecánicamente.
—Gilbert —completó ella su frase trunca.
Las palabras de Lucía sonaban irreales en la habitación de luz rosada. Su voz salía con lentitud y parecía que no iba dirigida a nadie. Las frases apenas dichas rodaban frágiles por el aire y caían sin ruido sobre la alfombra. Lucía miró a Gilbert, para que este no olvidara lo que iba a decirle.
—Ahora comprende usted por qué Gabriel Cortina llega esta noche en el avión de las nueve y cuarenta y siete, ¿verdad?
Gilbert guardó silencio y guardó el collar para examinarlo más tarde con calma.
La voz corrió entre los empleados del hotel: “La señora Mitre entregó un fabuloso collar de perlas, para seguir esperando la llegada de su amante.” El rumor llegó a los oídos de Brunier. Habían pasado ya cinco meses desde la tarde en que la señora Lucía le había guiñado el ojo, y Brunier, a pesar de no haberla visto más, no la había olvidado. Esperaba siempre que apareciera la larga chalina flotante y la sonrisa hospitalaria. El cuarto 410 había sido ocupado por un sin fin de viajeros, que se dirigían a las montañas de Austria o a los soles de España y Portugal, y la señora Mitre permanecía invisible en el cuarto 412 del hotel. Brunier estaba intranquilo. Sabía que más tarde o más temprano, la señora se acabaría las perlas, una por una, y entonces tendía que irse a la calle. Esta idea lo mortificaba.
—Señorita Ivonne, ¿cuántas perlas le quedan todavía a la señora Mitre? —preguntó Brunier, temeroso de la respuesta.
—Veintidós —contestó Ivonne.
—¿Y después?
—Después, ¡up! —contestó Ivonne haciendo sonar los dedos.
—Hay que hablar con ella —dijo Brunier pensativo.
—No lo va a escuchar. Está esperando a su amante, que no va a llegar —dio Ivonne convencida.
—Lo que hace es una niñería —insistió el señor Brunier.
El domingo por la tarde, el señor Brunier subió al cuarto 412. Se alisó los cabellos antes de llamar. Sentía que iba a cumplir con una misión importante y que no debía fallar en sus gestiones. Lucía Mitre le abrió la puerta. Lo miró sonriente, lo invitó a pasar y le ofreció asiento con su mismo gesto amplio y alegre.
—Realmente, tiene buenas maneras. Solo que no me escuchó. Lo único que logré fue convencerla de que se mudara al cuarto 101, pues así tendrá dos días por cada perla. Mañana temprano le bajo las maletas —comentó Brunier más tarde.
—Esta historia empieza a ponerme nervioso —dijo Albert.
—¿Y el tal Gabriel, en dónde está? —preguntó exasperada Marie Claire.
—A lo mejor no existe. A lo mejor ella lo inventó —dijo Mauricio, uno de los elevadoristas.
—Es muy posible. Si no, ya hubiera dado señales de vida —asintió Marie Claire. Más tarde Ivonne atrapó al señor Brunier en los vestidores. Hasta ella había llegado la hipótesis de Mauricio y quería consultarlo con el viejo portero, que parecía tener tanto interés en la extranjera.
—¿Sabes, Brunier, que nunca ha recibido carta de ningún lado del mundo?
—¿Y ella no pregunta si ha tenido correspondencia? —preguntó Brunier pensativo.
—No, no dice nada. Solo pregunta la hora. Dice que su reloj va muy despacio —explicó Ivonne con avidez.
—Pero tiene que haber vivido antes en algún lugar. No me diga que apareció ¡así!, de pronto, en la mitad de París.
Durante muchos días Lucía Mitre vivió en el cuarto 101. Solo los criados la veían. Comía y cenaba en su habitación y no hablaba con nadie. De pronto el señor Gilbert volvió a visitarla. Otra vez debía pedirle que abandonara el hotel. Pero Lucía buscó sonriente en su alhajero unos aretes de diamantes y se los entregó al visitante.
Brunier subió al cuarto 101. Quería convencer a la señora Mitre de algo muy penoso: que se mudara a un hotel más barato. De esa manera sus diamantes se convertirían en muchos días.
—¿Muchos días…? Pero si Gabriel llega hoy en el avión de las nueve y cuarenta y siete minutos. ¿Por qué tienen ustedes tanta prisa…? ¿Nunca han visto a nadie que espera a su amante todo el día?
—Sí… un día —dijo Brunier.
—¿Entonces…? ¿Qué hora es? —dijo ella.
—Las doce y media de la mañana —contestó Brunier mirándola con desesperación.
—Bueno, pues dentro de nueve horas y diecisiete minutos llega Gabriel…
Lucía agachó la cabeza, parecía cansada. Se miró las puntas de los pies y se arregló los pliegues de su falda de seda color durazno. Después sonrió levemente al portero; este se sintió avergonzado. Nada de lo que él pudiera decirle resultaba válido, porque Lucía Mitre giraba como una mariposa alrededor de un fuego que él no percibía, pero que estaba allí, en la misma habitación, cegándola.
—Claro, señor Brunier, que el tiempo se ha vuelto de piedra… cada minuto que pasa es tan enorme como una enorme roca. Se construyeron ciudades nuevas que florecen, decaen y desaparecen, y van pasando las ciudades y los minutos; y el minuto de las nueve y cuarenta y siete llegará cuando hayan pasado estos minutos de piedra con sus enormes ciudades, que están antes del minuto que yo espero. Cuando suene ese instante la ciudad de los pájaros surgirá de este amontonamiento de minutos y rocas…
—Sí, señora —dijo Brunier con respeto.
—Estoy muy cansada… muy cansada… son las piedras —agregó Lucía mirando con sus ojos fatigados al portero. Después, como si hiciera un esfuerzo, le hizo un guiño y sonrió con su sonrisa abierta de muchacho. Brunier quiso devolverle la sonrisa, pero lo invadió una tristeza inexplicable, que lo dejó paralizado.
—De niña, señor Brunier, el tiempo corría como la música en las flautas. Entonces no hacía sino jugar, no esperaba. Si los grandes jugáramos, acabaríamos con las piedras adentro del reloj. En ese tiempo el amor estaba fuera de las tapias de mi casa, esperándome como una gran hoguera, todo de oro, y cuando mi padre abrió el portón y me dijo: “¡Sal, Lucía!”, corrí hacia las llamas: mi vocación era ser salamandra.
Brunier supo que la señora Lucía estaba hechizada. ¿Pero, por quién o por qué?
—¿Y usted, señor Brunier, cuántas salamandras tuvo? —preguntó Lucía con interés, como si de pronto recordara que debía hablar más de su interlocutor y menos de ella misma.
—Dos, pero ellas son verdaderas salamandras, no se quemaron en el fuego —contestó Brunier.
Después de la visita del portero, la señora se quedó aún más quieta. Nunca tocaba el timbre ni pedía nada. Acabaron por mandarle las bandejas casi vacías. El señor Gilbert la visitaba de cuando en cuando y se llevaba una por una sus alhajas. Le preocupaba aquella presencia contante en el cuarto más barato del hotel. La primavera pasó con sus racimos de nieve y cubriendo a los castaños; se deshojó el verano en un otoño amarillo, volvió el invierno con sus teteras humeantes, y Lucía Mitre siguió preguntando la hora, encerrada en su cuarto. El señor Gilbert la tenía muy presente.
—Señora, ¿no sería conveniente que le escribiera usted a su marido?
—¿A mi marido?… ¿Para qué?
—Para que haga algo por la señora… para que la recoja. Un señor mexicano es, donde quiera, siempre un caballero.
—¡Ah! Sí, él es el mejor de los hombres. Siempre le viviré agradecida, señor Gilbert. Si usted supiera… vivimos casados ocho años… Nunca olvidaré las noches que pasé en la habitación inmensa de su casa. Mi suegra me oía llorar y venía envuelta en un kimono japonés…
La señora Mitre guardó silencio, como si oyera venir los pasos de aquella mujer a la que por primera vez nombraba. El señor Gilbert miró hacia la puerta, tuvo la impresión de que alguien envuelto en un traje oriental entraba sin ruido en la habitación. La señora Mitre se tapó la cara con las manos y empezó a sollozar. Gilbert se puso de pie.
—¡Señora! Por favor…
—El cuarto era enorme, estaba lleno de espejos y yo me sentía muy sola. Eso enojaba a mi suegra… ¿Le parece muy mal, señor Gilbert?
—No, no, me parece natural —contestó Gilbert ruborizándose.
—A Ignacio le veía en el comedor. El día que me escribió la carta me extrañó mucho, porque podía habérmelo dicho en la comida. Luego vi que esa era la mejor manera de decirme algo tan delicado. ¿Quiere usted leerla?
Gilbert no supo qué decir. La señora Mitre se levantó con presteza y buscó adentro de su maleta un pequeño cofre de madera muy olorosa. Al abrirla respiró con deleite el perfume y exclamó:
—¡Es de Olinalá!
Luego encontró una carta escrita tiempo antes y leída muchas veces, y la entregó a Gilbert con aquel gesto suyo, amplio y sonriente, que tomaba siempre que tenía que dar algo, ya fueran sus perlas, sus brillantes, o su carta.
—¡Léala, por favor!
El señor Gilbert recorrió la carta con los ojos sin entender nada. La carta estaba escrita en español, solo alcanzó a descifrar la firma: “Ignacio.” Movió la cabeza, como si entendiera el contenido de aquella carta, la dobló con cuidado y quiso guardarla como las perlas, para que alguien se la tradujera más tarde. Pero Lucía Mitre tendió la mano y a él no le quedó más remedio que entregarla.
—¿Ve usted? —dijo ella con simplicidad. Luego se puso de pie, alcanzó una cerilla y le prendió fuego al papel. Gilbert no pudo impedir su gesto y la carta se retorció en las llamas, hasta convertirse en una telita negra que cayó hecha añicos.
—¿Ahora ya no sirve, verdad? —preguntó asombrada.
—No, ya no sirve —comentó Gilbert descorazonado. Estaba seguro de que esa carta contenía el secreto de Lucía Mitre.
—¿Qué hora es? ¿Cuánto tiempo falta para las nueve y cuarenta y siete?
—Cuatro horas y veintitrés minutos —dijo el señor Gilbert con voz melancólica.
—¡Cuatro horas…!
—Mientras dan las nueve, ¿por qué no sale usted a dar un paseo por París? Si viera qué hermosas están los muelles, llenos de libros, de paseantes…
—¿Una vuelta?… No, no puedo. Me voy a arreglar un poco… estoy tan nerviosa —dijo tocándose la cara con angustia.
El señor Gilbert vio sus mejillas hundidas y sus manos delgadas y temblorosas.
—Es usted muy bella, señora Mitre —dijo convencido de que la tragedia embellece a sus personajes. La luz que rodeaba a la mujer que tenía sentada frente a él, era una luz que se alimentaba de ella misma. Toda ella ardía adentro de unas llamas invisibles y luminosas. Tuvo la impresión de que pronto no la vería más. Admiró sus huesos calcinados de sus pómulos y de sus dedos traslúcidos. ¿Cuándo, y cómo, y por qué, habían entrado en aquella hermosa dimensión suicida? Se sintió grosero junto a la dama vestida de color durazno que se transmutaba cada día más en una materia incandescente que a él le estaba vedada.
—Después de esa carta ya no podía quedarme en la casa de Ignacio… Recuerdo que la noche de la cena, la seda de las paredes del comedor ardía en llamas pequeñísimas, y que las flores de la mesa olían con la frescura que solo se encuentra en los jardines. Cuando vi las manos de Ignacio y de Emilia acariciándose sobre el mantel, me parecieron las manos desconocidas de personajes desconocidos. En ese momento me fui a vivir a otro palacio, aunque aparentemente seguí durmiendo en el cuarto de la casa de Ignacio. Por las noches después de la visita de mi suegra entraba Gabriel… ¿Usted conoce México? Pues Gabriel es como México, lleno de montañas y de valles inmensos… Siempre hay sol y los árboles no cambian de hojas sino de verdes…
La señora Mitre se quedó buscando aquellos soles brillando sobre las copas de los árboles de su país. Gilbert la dejó acompañada de sus fantasmas. “Su marido y su amante la engañaron”, se dijo, mientras llegaba a su despacho y se sintió responsable de la suerte de aquella mujer. Durante los dos meses que todavía vivió en el hotel, el señor Gilbert se negaba a comentarla.
—¡Por favor! No me hablen de la señora Mitre… Me da escalofríos.
Ahora Lucía Mitre estaba cubierta con su chalina de gasa color durazno. Una ira antigua y caballeresca se apoderó de Brunier; “pobre pequeña”, se dijo pensando en Gabriel. “¡Pobre pequeña!” se repitió recordando a Ignacio. Debía advertir a Gilbert de lo que acaba de ocurrir en el cuarto 101.
Los divanes y las sillas de época cubiertas de sedas de color pastel, los espejos, los ramos de flores silvestres y las alfombras color miel, le dieron la sensación de entrar al centro tibio del oro. Contempló a las parejas reflejadas en las luces de los espejos, deslizándose frágiles por caminos invisibles y perfumados, en busca de amores que quizás apenas durarían unas horas. Parecían hermosos tigres olfateando intrincados vericuetos y tuvo la impresión de que algunos de aquellos personajes fugaces se quedarían tal como Lucía, prendidos a un minuto irrecuperable.
Brunier se acercó a Gilbert, que de pie, muy sonrosado y vestido con su impecable jacquet, sonreía a una de aquellas parejas elegidas. Esperó unos minutos.
—La señora Lucía acaba de morir —anunció sin dejar traslucir su emoción.
—¿Qué dice? —preguntó Gilbert adoptando el rostro más inexpresivo que encontró.
—Que la señora Lucía Mitre acaba de morir —repitió Brunier sin cambiar de actitud.
—¡Qué desdicha! —exclamó el señor Gilbert en voz baja. Luego atendió sonriente al cliente que le preguntaba por el bar.
—Voy a llamar a la policía. Hay que evitar que los clientes se den cuenta de lo sucedido.
—Murió exactamente a las nueve y cuarenta y siete minutos —explicó Brunier con una voz que quiso ser natural.
Gilbert iba a decir algo, pero la llegada de un cliente lo distrajo. El cliente era joven, llevaba una raqueta en la mano y su rostro era asoleado y sonriente. Con voz juguetona, explicó que desde hacía once meses, una amiga suya le había reservado el cuarto 410. No sabía si su reservación se había hecho a nombre de su amiga: Lucía Mitre, o al suyo: Gabriel Cortina.
—Pero es lo mismo —explicó sonriente.
Gilbert, asombrado, no supo qué decir, buscó en los ficheros y vio que el cuarto 410 estaba vacío. Cogió la llave y se la tendió al joven que distraído daba golpecitos en el escritorio, con el filo de la raqueta.
Gilbert y Brunier, mudos por la sorpresa, vieron cómo se alejaba Gabriel Cortina, rumbo a los elevadores. Iba jugando con la llave, ajeno a su desdicha. Sus pantalones de franela y su saco sport le daban una elegancia infantil y americana. Los dos hombres se miraron consternados. Deliberaron unos momentos y decidieron que cuando llegara la policía explicarían lo sucedido al recién llegado.
—¡Es una catástrofe!
—¡Una verdadera catástrofe!
A las diez y media de la noche tres hombres correctamente vestidos cruzaron el vestíbulo del hotel acompañados de Brunier y de Gilbert. Los cinco hombres subieron primero al cuarto 410, para decirle a Gabriel Cortina lo sucedido. Llamaron a la puerta con suavidad. Al ver que nadie contestaba a sus repetidas llamadas decidieron abrir con la llave maestra. Encontraron el cuarto vació e intacto. Brunier y Gilbert se miraron atónitos, pero recordaron que el cliente no llevaba más equipaje que su raqueta. Buscaron la raqueta sin hallarla. Entonces llamaron a los criados, pero ninguno de ellos había visto al joven que buscaban. Los tres policías revisaron el baño y los armarios. Todo estaba en orden: nadie había entrado en aquella habitación. Perplejos, los cinco hombres bajaron a la administración; tampoco allí, ninguno de los empleados, ni siquiera Ivonne, recordaba la llegada de aquel huésped. La llave del cuarto 410 estaba colgada en el fichero, intocada. Gilbert y Brunier discutieron acalorados con el personal de la administración la presencia de Gabriel Cortina en el hotel. Los policías ordenaron pesquisas que resultaron inútiles, pues el joven risueño, propietario de la raqueta, no apareció en ninguna parte del hotel. Había desaparecido sin dejar huella. Después de muchas discusiones adoptaron la hipótesis de que habían sido víctimas de una alucinación.
—Fue el deseo de que llegara —aceptó vencido y melancólico el señor Gilbert.
—Sí, eso debe haber sucedido, los dos la amábamos —confesó Brunier.
Los tres policías se enternecieron con lo sucedido. Uno de ellos era de la Bretaña y contó que en su país sucedían cosas semejantes.
Sombríos, los cinco hombres se dirigieron al cuarto de Lucía Mitre para terminar con su triste diligencia. Al entrar en la habitación los policías se quitaron los sombreros y se inclinaron respetuosos ante el cuerpo de la señora.
Brunier, solemne, señaló a los pies de la cama.
—¡Ahí está! — dijo casi sin voz.
Sus cuatro acompañantes vieron la raqueta blanca deportiva con descuido a los pies de la cama de Lucía Mitre. Se lanzaron nuevamente a la búsqueda del joven propietario de la raqueta, pero su búsqueda fue infructuosa, pues el cliente risueño, tostado por el sol de América, no volvió a aparecer nunca más en el Hotel del Príncipe.
Gilbert se inclinó por última vez sobre el rostro de Lucía Mitre, también ella se había ido para siempre del hotel, pues en su rostro no quedaba de ella nada.
FIN

Diálogos 1, 1964

lunes, 29 de abril de 2013

HISTORIA DEL DERECHO FORAL VALENCIANO




            EL  ESTABLECIMIENTO

         DEL PODER TERRITORIAL
            EN VALENCIA TRAS LA
       NUEVA PLANTA BORBONICA




HISTORIA DEL DERECHO FORAL VALENCIANO


por Paya Frank












INDICE



I.Introducción.

II.Contexto Histórico.Antecedentes.El reinado de Felipe V.

III.La Administración borbónica.

IV.La Nueva Planta.




I.INTRODUCCIÓN:


A la muerte de Felipe V, el reino de Valencia, era políticamente irreconocible, frente al existente durante la trama sucesoria.

El marco jurídico e institucional del régimen borbónico, iniciado por Felipe V en torno al capitán general y la audiencia, permitió que la autoridad del Estado creciera en detrimento de las anteriores instituciones regnícolas.

El establecimiento de los corregimientos, fue el eje del sistema administrativo, los corregidores, actuaron como vehículos del poder real, cuya instauración en Valencia, tuvo como efecto, el control de los poderes municipales.
Los corregidores ejecutaron el deseo borbónico del absolutismo, en la corona de Aragón, creando un poder real más fuerte, eficaz y burocratizado, aunque, manteniendo la estructura social vigente del momento y los privilegios concedidos anteriormente.

Este fue el modelo que dominó la política valenciana durante el Antiguo Régimen.








II.CONTEXTO HISTÓRICO.ANTECEDENTES.EL REINADO DE

    FELIPE V:


A la muerte de Carlos II ( 1.665 – 1.700 ), se produjo en España, la guerra de sucesión a la corona, fue un acontecimiento europeo, en el que las grandes potencias se aliaron contra la dinastía borbónica, encabezada por Luis XIV de Francia, y su nieto Felipe de Anjou, el futuro Felipe V.

Al tiempo, en España, Castilla aceptaba la nueva dinastía, mientras que   Aragón, se posicionó al lado del archiduque Carlos de Austria.

En Valencia, se produjo la división entre los partidarios de uno y otro.

La victoria de Felipe de Anjou y la instauración de la nueva dinastía borbónica, tuvo consecuencias para el derecho vigente en la corona de Aragón, y en particular en el derecho valenciano.

Tras la batalla de Almansa, el 25 de abril de 1.707, comenzó en Valencia un proceso de cambio, a pesar de la continuidad de la guerra en otros territorios.
Este proceso de cambio, se manifestó a nivel jurídico con la desaparición de la estructura foral del reino, se eliminaron los fueros y privilegios existentes, consecuencia del derecho de conquista del nuevo rey.
Se puso fin a la antigua estructura implantada por la dinastía austria, aplicando el sistema de gobierno vigente en Francia, que dotaba al rey de un poder absoluto.
La derogación de la legislación valenciana, supuso la asimilación de Valencia a Castilla, perdiendo así, los organismos forales. El 29 de junio de 1.707, se firmó el decreto de derogación de la legislación foral valenciana, consecuencia de la rebelión cometida por los valencianos, como castigo del  monarca., y su nuevo poder, que le permitiría colocarse por encima de la legislación, dictando y derogando normas a  su antojo.

Felipe V, culminó el proceso de unificación jurídica, partiendo de las leyes castellanas, por  lo que en Valencia, a través del Decreto de 1.707 y posteriores, se eliminó tanto  el derecho foral público como el derecho privado.

La derogación de la legislación foral, dio paso a la aplicación de la legislación castellana, aunque este intervalo no fue fácil,  en principio se aplicó de forma provisional, perviviendo el  sistema foral, con las nuevas aspiraciones del rey, hasta que proporcionalmente se llegó al cambio profundo con el fin de las cortes valencianas, la justicia y el poder militar, el intendente y la hacienda real, y la organización del municipio borbónico.

En la época foral, las Cortes se reunían esporádicamente, al margen de lo estipulado en Furs, pero se mantuvieron hasta el Decreto de 1.707 que las derogó.







La nueva burocracia, limitaba el poder de los representantes valencianos en las cortes de
Castilla, sujetos a la monarquía absoluta de los Borbones.
El fin de las cortes forales, supuso también, el de los órganos que emanaban de ellas, juntas de estamentos, y diputados de generalidad.

La hacienda real, se implantó en torno a la figura de los intendentes, mientras se buscaba la aplicación de los nuevos impuestos castellanos, y se modificaban y adaptaban los existentes.

El Decreto de abolición de Furs,  preveía la creación de una chancillería en Valencia, constituida el 9 de agosto de 1.707.
Las funciones que se le asignaron, fueron tanto gubernativas como judiciales, de gobierno como nexo entre el monarca y sus consejos, y  de justicia como jurisdicción suprema en lo civil y  lo criminal.

La jurisdicción militar se organizó, en torno a la figura del capitán general, que tenía el mando supremo sobre el ejército, gobernadores y comandantes de ciudad. Esta figura dio lugar a numerosos conflictos entre las autoridades existentes, que no se resolvieron a pesar de la mediación del monarca.
Su consecuencia fue, el paso de la chancillería a audiencia, cuyo presidente sería el capitán general, de modo que el poder gubernativo de Valencia quedó en manos del capitán general, y las salas de lo civil y criminal recayeron en manos de un regente, despareciendo así los conflictos de competencia.

La figura del intendente, tiene su origen en la monarquía del S.XVII,  era un funcionario real dependiente del monarca, con potestades en hacienda y fomento.
Con la reorganización de la nueva planta, en Valencia, se instauró esta figura, con funciones de policía, hacienda, justicia y ejército, que se fueron perfilando con normas posteriores, ampliando su poder.
La función de policía, entendida de fomento, supone a los intendentes, velar por el orden público, junto a otras de vigilancia más amplias.
En cuestiones fiscales, su labor es más extensa, administra el patrimonio real, e introduce el sistema fiscal castellano, despareciendo la legislación foral valenciana, al tiempo que se implantaba la legislación fiscal castellana.
Respecto al ejército, el intendente es el encargado de su economía, bajo la supervisión del capitán general.
Sus competencias jurisdiccionales son amplias, es competente en litigios fiscales y del patrimonio real, además de ser el superior de lo órganos judiciales de pueblos, señoríos...
En definitiva, el intendente es el funcionario clave de la nueva administración borbónica, ya que reune amplios poderes y facultades, y sólo responde ante el monarca.









Tras la derrota de Almansa, se reorganizaron los municipios de Valencia, desaparece el sistema de jurados, y se introducen los corregidores y regidores de los municipios castellanos.

Una vez  Felipe V, llega al trono, se conforman los ayuntamientos conforme a las pautas castellanas, convirtiéndose los jurados de la época foral en regidores, bajo la jurisdicción del corregidor.

El corregidor valenciano, a diferencia del castellano, tiene bajo su jurisdicción un amplio territorio, compuesto de ciudades y pueblos, en general solían ser militares auxiliados en sus funciones por alcaldes.
El nuevo municipio valenciano se caracteriza frente al castellano, porque el monarca nombra directamente a sus integrantes, mientras que en Castilla ese cargo era transmisible, a través de la venta o mediante institución sucesoria.

El 22 de marzo de 1.719, se promulgaron los “Capítulos que han de guardar los corregidores en el ejercicio de sus oficios por lo respectivo a Aragón y Valencia” , que contenían sus funciones: presidir los ayuntamientos, aunque sin voto, vigilar las rentas, tareas de supervisión, y funciones de jurisdicción en su territorio, con apelación a la audiencia.

El corregidor de la ciudad de Valencia, será el intendente.


A pesar de la eliminación, en amplitud del sistema foral valenciano con la implantación de la administración borbónica, se mantuvieron la jurisdicción y los privilegios eclesiásticos de la época foral.
Los gremios pervivieron, adaptados a la legislación castellana, al igual que el sistema de riegos y la universidad.

Hubo varios intentos de devolución de Furs, como el memorial redactado por el jurado Pedro Luis de Blanquer,  en 1.707, que aportaba que no toda la población se había rebelado, y por tanto el derecho de castigo de abolición de Furs, no era justo. A pesar de su entrega al monarca, no se obtuvo repuesta, y la nueva situación se mantuvo.
En 1.719, con la visita del monarca a Valencia, hubo un nuevo intento, con un nuevo memorial, que fue aceptado por el monarca, pero sin respuesta en la práctica.
En 1.712, se volvió a insistir, pero la respuesta fue negativa, ya que ni burocracia, ni nobleza ni clero, veían con buenos ojos la vuelta de una legislación que les restaba poder.

La situación de monarquía absoluta se mantendría, pues, hasta la Revolución Liberal.








III.LA ADMINISTRACIÓN BORBÓNICA:


La caída de Valencia en manos de los austrias, paralizó las instituciones forales, y la huída de quienes fueron leales a Felipe V, exiliados a Castilla y  sus fronteras.

A fines de 1.706, el propósito de Felipe V para aprovechar la conquista militar y así modificar la administración, fue un hecho, incluso con la resistencia manifestada por el Consejo de Aragón, que planteó al monarca el mantenimiento de ciertas instituciones forales. La propuesta fue acogida por el rey, dando viabilidad al funcionamiento de la Audiencia en territorio valenciano. A pesar de ello, el rey incorporó a la Audiencia magistrados castellanos, lo que provocó el desacuerdo con el Consejo de Aragón, obligado a elaborar una larga consulta presentada al rey y relativa a la cuestión.
La consulta contenía directrices políticas que facilitaran la vertebración del poder. En opinión del Consejo, era necesario reducir el número de magistrados, tanto en su totalidad, como en su representatividad castellana,  ya que suponía represión institucional que dificultaba las operaciones militares y la política de forma generalizada. Se solicitaba  pues, que se abolieran  aquello los obstáculos  para el nuevo poder.
Pese a las reservas, el Consejo propuso al rey los cinco puestos de magistrados que constituirían la nueva Audiencia,  compuesta por dos castellanos y tres valencianos, que nunca llegaría a formalizarse.
El 24 de diciembre de 1.706, se constituyó Audiencia en Orihuela, compuesta por los ocho miembros de la antigua Audiencia foral, que debía completarse con el virrey, para proceder a la ejecución de las órdenes allí tomadas con agilidad. Consecuencia del estado ruinoso de la ciudad tras la conquista, la Audiencia fue suspendida, para que el ejército pudiera finalizar su tarea, dando lugar a nueva consulta del consejo de Aragón.

La conquista de Almansa, permitió un nuevo empuje a la reorganización política que anhelaba Felipe V.
El Consejo de Aragón, tras el derrumbe austracista, se ocupó del futuro político y administrativo de Valencia, articulando una propuesta reformista  alternativa al abolicionismo imperante. Buscó el mantenimiento de la figura del virrey, y la institución de la Generalitat, conformada ahora por el designio real. Se defendió la centralización como medio de fortalecer el poder del rey, pero oponiéndose a la uniformidad de la corona aragonesa con la castellana. Los objetivos del Consejo, se alcanzaron en el mes de mayo, aunque de forma provisional.
Se designaron caballeros jurados, se nominaron los diputados, se cubrió el oficio de racional y el de síndico, se mantuvo el Tribunal de la Bailía y se creó la Junta de Confiscaciones.
También se equiparó el número de magistrados castellanos y valencianos en la Audiencia, siendo algunos de sus miembros, magistrados de la antigua Audiencia foral, y otros de las Chancillerías castellanas.
Respecto a la división administrativa del reino, se mantuvo sin variación alguna.





El nombramiento de castellanos, era un instrumento, hacia la uniformidad de Valencia con Castilla, pese al desacuerdo del Consejo de Aragón.
En Valencia se esperaba la llegada del regente Pedro I y  los restantes magistrados, al tiempo que un despacho de ministros en Valencia, se ocupaba de resolver las cuestiones que surgían.
En estas circunstancias, el Consejo de Aragón, propuso medidas para limitar el uniformismo castellano, con una primera adopción de perdón general, buscando una política conciliadora que mantuviera la lengua, la pervivencia del derecho privado valenciano y la salvaguarda del contenido foral, que no fuera contrario al nuevo poder del monarca.
Se hizo énfasis, en la defensa del predominio civilista, se propuso que la Audiencia se convirtiera en chancillería, y así su presidente fuera la máxima autoridad del reino, que las competencias del regente se suavizaran, y se limitara el poder del brazo militar reduciendolo a mero ejecutor del poder civil, bajo la cabeza de la administración de justicia.

La abolición por decreto de los fueros, antes mencionada, supuso la disolución del Consejo de Aragón, y la transformación de la Audiencia en Chancillería, cuyo presidente obtuvo mayor dimensión política.
El presidente, Larreategui y Colón, se encontró con dificultades para formar la nueva Chancillería, consecuencia del inhibicionismo local y su interés por atraer funcionariado castellano, a cambio de salarios excesivos.
A fines de 1.707 la distribución corregimental de Valencia estaba establecida, y organizada en corregidores, regidores y alcaldes mayores. La mayor parte de ellos, eran nobles que habían permanecido fieles a Felipe V, juristas de la administración foral y sujetos vinculados a los señoríos.
La demarcación del territorio fue lo primero que llevó a cabo Larreategui, definiendo los corregimientos, a través de un criterio piramidal que fundamentara el nuevo sistema de poder. Se trazó el mapa, y nombraron corregidores para su control, quienes propondrían el nombre y número de regidores para los concejos. Estas propuestas, serían recabadas por la Chancillería, que al tiempo las elevaría a la Cámara de Castilla, con competencia exclusiva para el nombramiento de autoridades locales.
El poder de Larreategui, se vio disminuido por la presencia de tropas del ejército que continuaban operativas en el reino. Los militares habían procedido a nombrar regidores, escribanos y procuradores  en las ciudades, al margen de la Chancillería.
La intromisión militar en competencias políticas dio lugar a  un Decreto de Felipe V, que nombraba a Antonio del Valle, gobernador político y militar de Valencia, con amplias competencias en las dos carteras, evitando así la injerencia del poder militar en el poder ejecutivo.
El 20 de noviembre de 1.708, el presidente de la Chancillería valenciana, tras solicitud real, remitió a la Cámara de Castilla un plan de establecimiento de corregimientos.
El proyecto de planta corregimental determinaba el territorio correspondiente a cada corregimiento, y el tipo de gobierno por el que se formaría.








La planta prevista por la Chancillería, no fue acogida favorablemente por Felipe V, que prefería el poder concentrado en el brazo militar, en momentos en que la guerra proseguía.
El Real Decreto de 25 de noviembre de 1.708, ordenaba que los gobernadores militares nombrados en Valencia, recibieran del Consejo de Castilla, los títulos de corregidores.
Se posponía así la presencia de corregidores civiles y todas las atribuciones de gobierno civil y judicial pasaban a ser desempeñadas por los gobernadores militares de Valencia, y los restantes territorios.
El 12 de enero de 1.709, la Cámara de Castilla, elevó consulta, en la que planteaba las dudas respecto a esta nueva situación, sin que la situación se modificara.

Tras el fin de la guerra en Cataluña, la Cámara de Castilla hizo efectiva, la solicitud al rey ,de sustitución de los corregidores militares por civiles. Concluida la contienda sucesoria, el rey, interesado en su poder político, consideró más adecuado rodearse de militares, por lo que no se efectuó cambio alguno en los corregimientos valencianos.
Pese a ello, la Cámara insistió, en febrero de 1.716 volvió a solicitar al monarca la distribución del poder territorial a manos de civiles. Ante esta situación, Felipe V pidió opiniones al capitán general de Valencia y a su intendente. Ambos respondieron mostrándose disconformes ante cualquier modificación de la distribución territorial.
La Cámara, decidió entonces, enviar estos informes a Larreategui, que redactó sus diversas argumentaciones para modificar la situación existente.
El escrito, fue tratado en Cámara, acordando presentarlo al monarca en momentos posteriores.
En 1.719, se nombra por primera vez en Valencia, un corregidor civil, aunque su permanencia fue breve, no obstó a que se abriera una vía para la solicitud de civiles a cargos de corregidores. Comenzó el camino institucional, par conseguir una administración civil, bajo el argumento del costoso gasto que provocaba el poder militar.




IV.LA NUEVA PLANTA:


La ofensiva civilista, frente al poder militar, comenzó a obtener resultados.
En julio de 1.720, la Cámara solicitó a Felipe V, una nueva reforma administrativa para Valencia, argumentando la necesidad de una nueva distribución del poder territorial, por varias razones; el costoso mantenimiento de los corregidores militares, la desestimación de la planta diseñada en 1.708 por Larrautegui y la urgencia de una nueva administración acordada por la Audiencia y el capitán general.
El 10 de junio de 1.721, el Consejo recibía el nuevo plan de reforma corregimental, firmado por el capitán general y la Audiencia de Valencia.
Tras el proyecto de 1.708, este fue el mayor intento por racionalizar el mapa administrativo valenciano.
Durante 1.722, se esperó la respuesta a este proyecto, pero ante el silencio, la Cámara reiteró a Felipe V la nueva planta corregimental.
Fue en enero de 1.725, cuando el monarca rechazó en su mayor parte el proyecto presentado por la Audiencia. Felipe V, había resuelto mantener como corregidores a los gobernadores militares, aunque reduciendo su número.
La cuestión de la reforma corregimental, fue replanteada en 1.743, con la oposición del capitán general.

Finalmente, los numerosos intentos de reforma  territorial concluyeron en 1.833, logrando desvincular el gobierno militar del civil, hasta la disolución del sistema corregimental valenciano.

La proximidad del conflicto armado con Francia, el malestar prerrevolucionaro, y las crisis económicas, de las últimas décadas del siglo, permitieron que la función coactiva primase sobre el poder militar del que se sirvió Felipe V como vehículo de la monarquía absoluta, a través del sistema corregimental  y la dualidad de sus representantes, castellanos y militares.

lunes, 5 de noviembre de 2012

INFLUENCIA DEL MUNDO PAGANO EN EL ORIGEN DEL CRISTIANISMO


 INFLUENCIA DEL MUNDO PAGANO EN EL ORIGEN DEL CRISTIANISMO

Introducción:

Durante los tres primeros siglos de nuestra era, la Iglesia, tal y como nos aparece en las cartas de Pablo, estaba formada por pequeñas iglesias, familiares y locales. Éstas seguían y cumplían el Evangelio de Cristo y por supuesto, la Ley de Dios. De forma progresiva, las primitivas iglesias fueron haciéndose cada vez mas grandes y numerosas y por consiguiente surge el problema de su organización. Comienzan a adquirir los obispos un papel mucho más institucional, del cual la propia Palabra de Dios no nos dice nada, y así entramos en el proceso de desviación o "apostasía". Se mantienen reuniones o "concilios" para discutir sobre las cuestiones que afectan a la Fe y es aquí donde comienzan las importantes desviaciones del Evangelio.
Una de las principales se refiere a la permisividad general, por parte de la organización de aquel entonces, del uso de imágenes y ritos paganos, eso si cristianizados, para así acercar a las masas religiosas gentiles, a las que les había llegado el mensaje de salvación de Cristo, pero que bajo ningún concepto querían abandonar su idolatría (cultos y ritos), es decir, su propia cultura.

INFLUENCIA DEL MUNDO PAGANO EN EL ORIGEN DEL CRISTIANISMO

Poco después de la muerte y resurrección de Jesucristo, en el proceso de expansión de su Doctrina, a partir del año 80 aproximadamente, las religiones y creencias primitivas de los pueblos que iban aceptando los preceptos cristianos, empiezan a ser integradas en la nueva religión. Veremos cómo se produce este proceso.

1.      RITUALES CATÓLICOS: ¿CRISTIANOS O PAGANOS?

En este artículo, amigo lector, quiero hacerte llegar mi sensación de sorpresa, al estudiar sobre este tema y comprender que la mayoría de las fiestas, llamadas cristianas, tienen un trasfondo pagano y por lo tanto sin justificación bíblica.
Tras la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, los cristianos, de tradición judaica, solamente celebraban la Resurrección y Pentecostés, como nos queda reflejado en la propia Palabra de Dios: "Porque Pablo se había propuesto pasar adelante de Efeso, por no detenerse en Asia: porque se apresuraba por hacer el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén" (Hechos 20.16), "Empero estaré en Efeso hasta Pentecostés" (1ª Corintios 16.8). Fue más adelante, a partir del siglo tercero de nuestra era, cuando se empiezan a conmemorar fiestas, que ahora todos conocemos.
En general, el cristianismo de entonces quiso asimilar, no en el fondo, pero si en la forma, las antiguas conmemoraciones paganas, incorporándolas a sus ritos, pero no se dieron cuenta de que eso era imposible y que de se alejaban de la voluntad de Dios que quiere que su pueblo no se contamine con los rituales del mundo. Por mucho que se cambien los nombres de las deidades paganas por nombres de "santos", "Virgen" o el propio "Señor", el trasfondo seguía siendo el mismo, como veremos a continuación.
Voy a analizar, muy por encima, algunas de las fiestas centrales del catolicismo:

·         LA NAVIDAD Y EPIFANÍA

Hasta el siglo IV de nuestra era no se comenzó a celebrar el nacimiento de Jesucristo, pero sin concretar, por la tradición una fecha fija. Así, hubo dos fechas: 25 de diciembre y 6 de enero. La primera es la que se instituyó en el Imperio Romano de Occidente, mientras que la segunda lo fue en el de Oriente. Ahora bien, estas fechas no tienen una certeza cronológica con la verdadera fecha de nacimiento de Jesucristo, pero si tienen una coincidencia con las festividades paganas, de las religiones clásicas, tanto romanas como helenísticas (incluida la egipcia).
Vamos a analizarlas por separado:
·         25 de diciembre: Era conocida en el impero occidental como las fiestas del solsticio de invierno, por lo tanto un culto pagano. En él se celebraba el término del acortamiento de las noches y el triunfo del "dios sol", con el alargamiento del día. Fue entre los años 324-325 D. C. cuando se decidió su institución como fiesta cristiana, pasando de conmemorar la llegada del invierno al nacimiento del Salvador.
Otra importante fiesta coincidía en tiempo y era la celebración del nacimiento de Horus, o la resurrección de Osiris, nacido de una virgen (Isis) y que seguía siendo virgen después del alumbramiento, pero esto es objeto de otro artículo.
·         6 de enero: Era la fecha de conmemoración de la "fiesta de la Luz"; en esta fiesta se celebraba el nacimiento del Sol, así en Alejandría, la noche del 5 al 6 de enero se recordaba el nacimiento del Tiempo, Aion, con una procesión de antorchas hasta el templo de Korion. En la procesión se entonaba el siguiente canto "La virgen ha dado a luz, la luz aumenta, la Virgen ha dado a la Luz, el Aion". Este culto pasa a la cultura griega y es ritualizado en toda el imperio heleno.
En cuanto a su cristianización, en el imperio de Oriente, como en la actualidad en la religión ortodoxa griega, se celebra el nacimiento de Jesús, mientras que en Occidente se instituye la Epifanía o fiesta de visitación de los Reyes de Oriente.

·         SEMANA SANTA

Como en las fiestas de la Navidad, su conmemoración comienza en el siglo IV D. C. y como en ésta también tiene su base en una celebración pagana; el culto al dios Atis, celebrándose su muerte y su posterior resurrección.
Nuestro Señor Jesucristo no nos manda recordar su muerte y resurrección de forma especial en una fecha determinada, sino conmemorarlo siempre que tomemos la Santa Cena

·         PASCUA DE RESURRECCIÓN

La fiesta de la Pascua se celebra siempre el primer domingo siguiente a la primera luna llena de primavera, por eso su carácter cambiante. Bien, esta fiesta es similar a otra egipcia que se celebraba el mismo día, para conmemorar la entrada de Osiris en la Luna.

·         FESTIVIDAD DEL 15 DE AGOSTO

Para el catolicismo en este día se celebra la ascensión de María al cielo. Este hecho, como la mayoría de los que estamos analizando aquí, carece de base bíblica, pues es una tradición que hasta el año 1950 no ha sido objeto de dogma de Fe.
Como en todas las festividades analizadas tiene una coincidencia pagana; a mediados de agosto se celebraba en la antigua Grecia y en Roma, el culto a Hécate - Artemisa - Diana, "diosa de la Luna y Reina del Cielo", con objeto de evitar que enviara las tormentas que tan dañinas son para las cosechas en estas fechas.

·         LAS FIESTAS LOCALES

En todas las localidades, ya sean europeas como americanas, tenemos fiestas locales siempre celebradas en nombre de una advocación mariana o de un santo, patrón de dicha localidad. Esta tradición de nuevo tiene su trasfondo pagano, puesto que antes de la entrada de la fe cristiana como religión oficial, las localidades tenían una deidad "patrona" que les infundiera protección y por supuesto, tenían sus fiestas conmemorativas. Así, como las mayoría de las festividades fue cristianizada eliminado la supuesta protección de una deidad pagana, pasando su supuesta protección a un santo o a la mismísima María, en alguna de sus numerosas advocaciones.

·         TODOS LOS SANTOS Y DIFUNTOS

La víspera del 1 de noviembre coincidía con una festividad, pagana, celta, la del "Samhein", fiesta que marcaba el final del verano y de las cosechas, para pasar a los días de frío y de oscuridad. En esa noche se creía que el dios de la muerte hacía volver a los muertos, permitiendo comunicarse así con sus antepasados. También esta práctica era habitual en el pueblo romano, pues el 21 de febrero celebraban la fiesta de "Feralia" ayudando con sus oraciones a la paz y el descanso de sus difuntos.
En la tradición católica esta festividad se inicia cuando el "Papa" Bonifacio IV, el 13 de Mayo del 609 o 610, consagró el "Panteón de Agripa" al culto de la "Virgen y los mártires", comenzando así una fiesta para conmemorar a esos santos anónimos, desconocidos por la mayoría de la cristiandad, pero que por su fe y obras, son dignos de reconocimiento por toda la humanidad.
Es el Papa Gregorio III (731-741) el que cambia la fecha del 13 de mayo a la del 1º de noviembre. El porqué ya lo conocemos, asegurarse así la conversión, a cualquier precio, de estos pueblos, adoptando así prácticas paganas.
  Como habrás podido leer, existen razones para claras para desechar tales festividades, puesto que ninguna de ellas tiene base en la Palabra de Dios y por lo tanto, estamos ante ritos paganos, eso si cristianizados, pero sin sentimiento espiritual cristiano.
Creo que lo que quiere el Señor es que celebremos, si a ti te ha sucedido, cada uno su Pentecostés, es decir, su nacimiento de nuevo y dar gracias, a diario, por este gran advenimiento, pues Cristo mora en nosotros a través de su Espíritu.

2.      LA INFLUENCIA PAGANA EN LA TRADICIÓN CATÓLICA

            En este artículo quiero reflexionar sobre las grandes influencias que ha tenido la tradición religiosa pagana (babilónica, egipcia, griega y romana, entre otras) en la mayoría de los ritos, imágenes y símbolos de la religión católica.
La propia Palabra de Dios, como he desarrollado en varios de los artículos que tengo publicados en esta Web, no faculta, sino que prohibe, a todo cristiano el uso, ni siquiera para adorar a Dios, de imágenes, tal y como así nos lo expresa el propio Dios Padre, en los diez mandamientos (Deuteronomio 5).
¿Entonces, por qué han sido usadas por la tradición católica?, ¿por qué se han atrevido a cambiar la propia Ley divina?, ¿en verdad nos acercan a Dios?. Son preguntas a las que intentaré dar una respuesta.

Iconografía y símbolos católicos

Ningún católico puede negar la importancia de los escritos del Antiguo Pacto, o sea, el Antiguo Testamento, puesto que debemos entender que está completamente vigente, eso si, comprendido con la Luz del Nuevo Pacto, o sea, con el Espíritu Santo que mora en las personas que siguen el Evangelio de Cristo.
Partiendo de la premisa que nadie puede quebrantar ni cambiar los mandamientos (Mateo 5.17-20) y que toda la escritura está inspirada por Dios (2ª Timoteo 3.16), tenemos que empezar a preguntarnos de dónde aparece la autorización para que se pueda representar a Nuestro Señor Jesucristo, a María, la madre del Señor, o a los llamados "santos" y mártires del cristianismo.
Si no eres un gran lector de la Palabra de Dios, es decir, de la Biblia, o no conoces bien las Escrituras, podrás pensar que en algún lugar del Nuevo Testamento aparecerá la autorización para que el Segundo Mandamiento (es decir, el que prohibe realizar y adorar imágenes de lo que está en los cielos... Deuteronomio 5.2) se acomode al decálogo de la religión católica. Pues bien amigo/a, esto no se produce. Por lo tanto, el cambio se debió producir por una persona, llámese "Papa" u "Obispos", que por mucha autoridad en cuestiones de Fe que se les pueda adjudicar, no tienen ninguna base divina para realizarlo.
Yo, personalmente, no me atrevo a contradecir a nuestro Padre, es decir, a Dios "y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el cual está en los cielos" (Mateo 23.9) y por mucho que alguien de este mundo me pueda justificar este cambio, no puedo seguirle, pues iría en contra del Evangelio de Cristo, que en ningún momento invalida los mandamientos.
Entonces, si los primeros cristianos, tal y como Pablo nos relata en sus cartas, seguían el Evangelio de Cristo y eran respetuosos con la Ley de Dios, ¿cuándo llegó el momento de la desviación?. Es fácil la respuesta; por la tradición religiosa pagana.

En el transcurrir de los primeros siglos de nuestra era, el Evangelio de Cristo fue predicado por todo el Mediterráneo. En estos pueblos, receptores de la Palabra, chocaba de una forma frontal el que se les hablara de un solo Dios y mucho más que ese mismo Dios hubiese venido a este mundo, de una forma tan humilde, para dar su vida en sacrificio por nuestros pecados. Ellos creían en infinitos dioses y asimilaban en sus culturas a los dioses de los pueblos a los que conquistaban e, incluso, tenían un pedestal sin imagen para el Dios desconocido, tal y como nos relata Pablo en su viaje a Atenas "Porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. Aquél pues, que vosotros honráis sin conocerle, a éste os anuncio yo" (Hechos 17.23).
Por su propia cultura creían que tener un solo Dios era símbolo de pobreza, así que las diferencias eran muchas, pero no insalvables para el Evangelio, para los que se entregaron a Cristo en cuerpo y alma. Sin embargo, conforme transcurre el tiempo, la Iglesia va siendo cada vez más numerosa e incluso llega a convertirse gente poderosa dentro de las instituciones del Imperio, es decir, va teniendo cada vez más "prestigio", ya deja incluso de ser perseguida y con la llegada de Constantino es legalizada; deja de ser una Iglesia de Catacumbas para pasar a ser una "religión" con poder, que intenta dejar sin prosélitos a las otras religiones, es decir, las paganas, hasta llegar a ser consideradas éstas últimas ilegales y, la cristiana, pasar a ser la religión oficial del Imperio Romano. En este camino, que he tratado con tanta rapidez, pero de todos conocido, es donde se produce el hecho, el cual es objeto de este artículo; la desviación del Evangelio de Cristo.
La religión oficial del Imperio, tal y como he apuntado, era politeísta e idólatra. Sus templos estaban repletos de imágenes, a las cuales se las adoraba y se les ofrecían sacrificios y ofrendas. El origen de estos dioses era dispar; la mayoría procedía de la cultura helenística y a su vez ésta los adoptó de las culturas babilónica y egipcia. Roma lo que hacía era "latinizar" su nombre, así por ejemplo El Dios supremo de la mitología Romana era Júpiter, el cual era conocido en Grecia como Zeus, pero respetaba toda su doctrina y culto.
¿Cómo pudo influir esta religión pagana en el cristianismo de entonces, si las diferencias eran tan claras?. La respuesta tiene que ver con la idolatría; la cultura religiosa se basaba en el culto a las imágenes. Cuando a un pagano o gentil se le hablaba de Nuestro Señor, esta persona lo asociaba en un principio como a un dios más, pero tras una verdadera predicación, esa persona comprendía el verdadero sacrificio que Él hizo por su pueblo, y por lo tanto empezaba a conocer la Palabra. Pero cuando el predicador le hablaba de que debía dejar sus ídolos, esta persona decía que NO. El problema estaba en que este Nuevo Dios, el Dios verdadero, no tenía ni nombre ni imagen y por lo tanto, su base doctrinal era la Fe, el creer sin ver. La cultura pagana estaba basada en el respeto a los demás dioses, en las imágenes, en las fiestas, todo ello estaba enraizado en la sociedad imperial. No digo que no existieran cristianos verdaderos que se entregaran a Cristo en Espíritu y en verdad, todo lo contrario. Hablo del sentir general de la sociedad.
El problema de aquel entonces es bastante grande, puesto que por ese camino siempre seguirían siendo una Iglesia perseguida y proscrita. La solución la encontraron algunos hombres, que, llamándose cristianos, pensaron en algo que la misma Roma hizo en materia religiosa: respetar sus imágenes, eso si, convirtiéndolas en símbolos cristianos. Pero, esto iba en contra de la propia palabra de Dios, existía un mandamiento que lo prohibía. Solución: quitarlo y problema resuelto.
Pero, ¿cómo mantener los ídolos paganos?, ¿existían coincidencias doctrinales que permitiesen el cambio de nombre?. La respuesta, sorprendentemente, es que SI.
 Proceso de transformación de ídolo pagano en imagen católica
Como he avanzado, resultaba que, en verdad, existían coincidencias doctrinales entre las creencias paganas y las cristianas. Estas coincidencias no eran totales, como te habrás podido imaginar. Así encontramos ciertos paralelismos, entre Cristo, María y Jehová, y ciertos dioses y diosas de la mitología griega, babilónica y egipcias principalmente, todas ellas adoptadas por una religión clásica que era la que dominaba el ámbito religioso del Imperio.
Comenzaré a analizar estas semejanzas y su proceso de aceptación en una naciente religión, la católica, que tal y como ahora ocurre, tiene en el ecumenismo su vía hacia un futuro en franca expansión.
·         LA FIGURA DE LA VIRGEN MARÍA:
María, la madre de nuestro Señor, tiene una gran importancia dentro de la simbología católica. Ella es conocida por múltiples acepciones, fruto de las distintas funciones que para los católicos tiene.
            Vamos a analizar alguna de ellas y su paralelismo con las figuras paganas de la antigüedad:

1. Reina del Cielo

Como de todos es sabido, uno de los innumerables títulos que la iglesia católica le concede a María, es el de Reina del Cielo.
¿Cómo se le concede este título?. María, según reza uno de los principales Dogmas de Fe del catolicismo, fue ascendida a los cielos y una vez allí, por la importancia de su misión, es decir, la de ser la escogida para engendrar al Salvador, se le otorgó el título de "Reina del Cielo".
Todo lo anterior no tiene una base bíblica y es de reciente instauración (desde 1950). Por lo tanto, es la propia tradición popular, sin tener en cuenta la Palabra de Dios, la que otorga ese premio y una vez en el cielo, la posibilidad de co-reinar con nuestro Señor Jesucristo.
Como solamente se ha tomado en cuenta la tradición y no la Palabra, debemos comprobar lo que ésta nos dice sobre la "Reina del Cielo": Es en el libro de Jeremías, en concreto en el Cap. 7, Vers. 17-19, donde encontramos este título: "¿No ves lo que estos hacen en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? Los hijos cogen la leña, y los padres encienden el fuego, y las mujeres amasan la masa, para hacer tortas a la reina del cielo y para hacer ofrendas a dioses ajenos, por provocarme a ira. ¿Me provocarán ellos a ira, dice Jehová, y no más bien obran ellos mismos para confusión de sus rostros?". Pues bien, esta "Reina del Cielo" viene referida a la diosa Astoret o Astarté, que era venerada por el pueblo Fenicio (cananeos y sidonios). Como vemos el mismo pueblo judío cae en sus ritos y cultos, apartándose del Dios verdadero. También le ocurre lo mismo a Salomón, el más sabio entre los hombres, pero que en su ancianidad cae en el culto a los ídolos: "Porque Salomón siguió a Astarté, diosa de los Sidonios, y a Milcom, abominación de los Ammonitas" (1ª Reyes 11.5).
¿Quién es esta diosa?, ¿de donde procede?, ¿cuál era su doctrina?:
Para responder a estas preguntas nos tenemos que adentrar un poco en la cultura fenicia; las tradiciones religiosas fenicias estaban influenciadas en gran manera por la cultura babilónica, que en su expansión influenció en los pueblos invadidos. Así entonces, debemos remontarnos a esta cultura, una de las más antiguas de la humanidad. Su origen, según el Génesis 10.8-10, parte de Nimrod, un luchador rebelde a Jehová. Es aquí donde comienza el mito: Nimrod fue asesinado y para cumplir su venganza, su esposa, Semíramis, engendró de forma sobrenatural un hijo, que según la tradición, era la resurrección de Nimrod, el cual se llamó Tammuz. Pero existe un aspecto todavía más importante y es que una vez que Semíramis dio a luz a su hijo, ella continuó siendo virgen. Con el transcurso del tiempo, Semíramis se convirtió en Diosa y recibió el título de "Reina del Cielo".
En Fenicia continúa este mito, pues el padre, conocido por el "Dios Sol", es Baal e incluso en su mitología aparece el hijo, llamado Baal-Tammuz. En las Escrituras aparecen continuas referencias al culto a los baales, como desviación del camino mostrado por Dios a Israel, centrado en el cumplimiento de la Ley (mandamientos).
Pero la influencia babilónica no sólo se centró en Fenicia, sino que también tuvo su importancia en otra de las grandes culturas de la antigüedad como es la egipcia; El mito de la virgen, madre del vengador, es decir, del "Justo", pues vino a hacer justicia contra el maligno, recae en Isis. Su mito es parecido; Osiris, su esposo, es asesinado por Tifón, dios maligno. Ella encuentra su cuerpo, pero Tifón lo dispersa por todo Egipto. Para cumplir su venganza, engendra un hijo, Horus, de forma sobrenatural, pues su padre es Ra, el "Dios Sol". Horus es la reencarnación de Osiris y su destino es hacer justicia, matando al maligno.
            Como podemos ver, su doctrina es muy similar, por no decir idéntica a la babilónica y es su mito el que va a permanecer e influir con más fuerza en la cultura romana, no como deidad absorbida, sino como culto independiente y enraizado en la sociedad clásica. Así en el año 80 A.C. se funda, en la colina Vaticana, justo en el lugar donde se ubicará la basílica de San Pedro, el templo de Isis.
            Sus creencias encajaron en la sociedad clásica y junto con la griega Artemisa y la romana Diana (diosa luna), con un ámbito doctrinal parecido, fueron adoradas por multitud de fieles. Hay que resaltar que fue su culto, por Justiniano en el año 535 D.C., el último abolido de la religión pagana.
            En la faceta de "Reina del Cielo" se la representaba posada en una luna creciente con 12 estrellas, en forma de corona, sobre su cabeza. Esta es una de las formas habituales de representar a la "Virgen María" como "Reina del Cielo".
2. María, Madre de Dios

A María no se le puede negar, bajo ningún concepto, que fue la madre de Nuestro Señor Jesucristo y por lo tanto del Verbo hecho hombre. Esta aseveración no justifica el que se quiera endiosar a María, ofreciéndole el mismo tratamiento que al propio Padre, Dios. La misión de María es la más importante que se le puede ofrecer a un ser humano; puesto que dar la posibilidad de engendrar a Dios hecho hombre, es para un creyente, la máxima bendición posible en este mundo. Pero su misión quedó ahí, pues en ninguna parte de las escrituras María ejerce un papel determinante o influyente en nuestro Señor.
¿Entonces, por qué la asimilamos a Dios?, ¿merece nuestra adoración?
Es una respuesta que debes meditar, eso si, basándote en las Escrituras, puesto que si lo haces basándote en la tradición católica, encontrarás, de nuevo, similitudes con las doctrinas paganas.
Así, como ya hemos visto en el esbozo doctrinal que he incluido, las diosas Semíramis - Astarté - Isis... tienen en común que son las madres de un hijo, engendrado de forma sobrenatural (Tammuz - Baal-Tammuz - Horus...), permaneciendo vírgenes después de su alumbramiento.
            Estas doctrinas influyeron en Grecia y Roma adoptando sus creencias y pasando a denominarse Afrodita - Venus y sus hijos Eros - Cupido. Pero, sobre todo, era el culto a Isis el que tenía una importante atracción para la cultura religiosa romana, que la representaba con su hijo Horus en su regazo.
A continuación incluyo dos fotografías, en las cuales podemos ver las notables similitudes (salvando las grandes diferencias doctrinales) que existen entre las dos figuras: la pagana y la católica.
            Las dos, como ves, se tocan un pecho, que simboliza la fertilidad, puesto que Isis era conocida, en uno de sus múltiples nombres, como diosa de la fertilidad.
En esta última acepción es conocida con el nombre de Asera, diosa cananea de la fertilidad. Aparece representada junto a un árbol, como sucede con las numerosas apariciones de la "Virgen". El culto a esta diosa estaba tan extendido que el mismo pueblo de Israel cae en esta idolatría: "Jehová sacudirá a Israel al modo que la caña se agita en las aguas; y él arrancará a Israel de esta buena tierra que había dado a sus padres, y los esparcirá más allá del Eufrates, por cuanto han hecho sus imágenes de Asera, enojando a Jehová" (1ª de Reyes 14.15)
En el proceso de cristianización de la sociedad romana, existen numerosas crónicas que nos hablan de cómo el pueblo romano, ya cristianizado, no abandonaba el culto a la "Madre de Dios", Isis, y lejos de quebrar sus imágenes lo que hacía era cambiarles simplemente de nombre.
Esta idolatría tenía otra coincidencia importante con la sociedad católica actual y es el vestir a las imágenes; en la antigua Egipto, las imágenes de la diosa Isis eran vestidas con lujosas vestiduras y ostentosas joyas. Incluso había personas dedicadas en exclusividad a estos menesteres. No tienes nada más que acercarte a cualquier iglesia católica de tu localidad y ver a cualquier "Virgen", cómo está vestida y enjoyada, e incluso perduran las llamadas "camareras" que son las encargadas de vestir a las imágenes.
Retomando el tema de la fertilidad tengo que hablar de Éfeso; en esta ciudad existía el mayor templo de la antigüedad, el dedicado a Artemisa - Diana, una de las siete maravillas del mundo antiguo. Artemisa tenía en esta ciudad el centro de su adoración. En esta diosa confluyen también las mismas bases doctrinales que hemos visto con Astarté, "Reina del Cielo". En Hechos 19.23-40 se relata la visita de Pablo a Éfeso, y el alboroto que se formó cuando oyeron a Pablo predicar el Evangelio de Cristo, puesto que hablaba de un solo Dios y prohibía las imágenes, tal y como la propia ley de Dios nos manda. En este punto, los artesanos, que hacían imágenes de la diosa Artemisa, se enfrentaron a Pablo y sus seguidores, para evitar que se fuera al traste su negocio y su cultura, dando vivas a la diosa. Esto aclara bastante el sentimiento que la sociedad pagana tenía a sus dioses, pero en particular a la "Reina del Cielo - Madre de Dios".
Paradójicamente, fue en Éfeso, en el año 431 D.C., cuando se celebró un concilio en el que se instituyó, como dogma de Fe, el papel de María como "Madre de Dios". El título que se le establece es el de "theotókos", que precisamente es el que disfrutaba la diosa Artemisa e Isis, pero con la diferencia de que eran la "Madre de los dioses". Aquí, se cristianiza el término asimilando doctrinalmente las figuras. Otra coincidencia, que viene al caso, es que la tradición católica sitúa los últimos años de vida de María en Éfeso.
Pero no todo fue un camino de rosas para la asimilación. Existieron voces contrarias, como la del condenado Nestorio, Patriarca de Costantinopla, que en el concilio de Éfeso dijo: "si vosotros llamáis a María, Madre de Dios, hacéis de ella una diosa"; Clemente de Alejandría, en el 200 D.C. dice "toda imagen o estatua debe llamarse ídolo porque no es otra cosa que materia vil y profana, y por eso Dios, para quitar de raíz la idolatría, ha prohibido en su culto cualquier imagen o semejanza de las cosas que están en el cielo o en la tierra, prohibiendo igualmente su fabricación; y es por esto que nosotros los cristianos no tenemos ninguna de aquellas representaciones materiales"; San Cipriano "¿Para que postrarse delante de las imágenes?. Eleva tus ojos al cielo y tu corazón; allí es donde debes buscar a Dios". Son varios ejemplos de los llamados "Padres de la Iglesia" que prohiben el uso de dichos medios para acercarnos a Dios.

3. María, como mediadora

En el catecismo de la religión católica se le otorgan a María los títulos de "abogada, auxiliadora, socorro y mediadora". Es por ello que a los fieles se les enseña a rezar fervientemente a la "Virgen" dándoles la seguridad de que ella llevará sus oraciones ante el Padre. Por supuesto, en la Palabra de Dios nunca se le atribuye a María ese papel que es ocupado, en exclusividad, por Jesucristo, quien con su muerte y resurrección se convierte en el único mediador entre los hombres y Dios; "Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1ª Timoteo 2.5).
¿De dónde surge pues, la tradición de María como intercesora nuestra?.
Uno de los pasajes más conocidos del nuevo testamento es el llamado de "las bodas de Caná" que encontramos en el Evangelio de Juan, capítulo 2. María se da cuenta de que los novios no han previsto la cantidad suficiente de vino para sus invitados y pide a su Hijo que solucione el problema, pero Él le contesta que no ha llegado todavía su tiempo. María acepta la voluntad de su Hijo y ya no actúa más, es más, le dice a los criados que están sirviendo las mesas que hagan lo que Él, su Hijo, ordene, y no le pidan nada a ella, puesto que ella no tiene poder para mediar ante Dios Padre como hemos leído antes. La religión católica se basa en este pasaje para asegurar que María intercede ante el Hijo, sin reparar en que esto ocurre cuando Cristo estaba en la tierra, al igual que María y los apóstoles. Sin embargo, una vez que Cristo cumple su misión, muriendo y resucitando, para perdón de nuestros pecados, permanece junto al Padre y como único mediador entre los hombres y el Padre.
Entonces, debe existir otra base para darle esta función a María y de nuevo, nos tenemos que ir a la tradición pagana. Fue en Babilonia, cuna de las religiones paganas, donde se veneraba a la diosa Semíramis, la cual era invocada por los fieles en una actitud mediadora ante su esposo muerto, Nimrod, que era considerado el Dios supremo. El título que ostentaba esta diosa era el de "Mylitta", es decir, mediadora.
·         LAS IMÁGENES DE JESUCRISTO
Tal y como he explicado con anterioridad, en igual manera que cambian la Palabra de Dios adjudicándole a María atribuciones de diosas paganas, también hacen lo mismo con el propio Jesucristo.
            Como hemos observado antes en la fotografía de Isis, Horus, su hijo, es representado como un bebé dependiente de su madre. De igual manera, hay miles de imágenes de Jesús, niño, desvalido y protegido por María. Estas imágenes contribuyen a crear en la mente del creyente la falsa idea de que es María la poderosa y que su hijo depende, espiritualmente, no del Padre, sino de ella.
¿Pero existen comparaciones doctrinales entre Horus y Cristo, que faciliten su asimilación?
SI, pues Horus es engendrado de forma sobrenatural por Ra, dios supremo, nació de una Virgen, tuvo 12 discípulos, fue muerto y resucitado, realizó milagros, como resucitar muertos, se le conocía como el "Ungido" y como el "Buen Pastor"...
¿Existen otras atribuciones de Horus que se le hayan agregado a Jesús y que, por supuesto, no tengan base en la Palabra de Dios?
La respuesta es que SI; Nació un 25 de diciembre, sus festividades fueron asumidas por el cristianismo que en la actualidad son celebradas en honor de Cristo (Pasión y Muerte, Pascua de Resurrección, 1 de Enero y la Navidad). Horus quiso que su madre siguiera siendo virgen después de su alumbramiento y ya he hablado suficientemente de la doctrina católica respecto a la virginidad de María después del nacimiento de Cristo.
Respecto a las otras representaciones que se hacen de Cristo, tenemos que recordar que van en contra del segundo mandamiento de la Ley de Dios. Alguna, como la del "Buen Pastor", es recogida de la mitología clásica, pues el dios Mocósforo era representado con una oveja sobre sus hombros.
En cuanto al crucifijo, más adelante afrontaré su significado.
·         REPRESENTACIÓN GRÁFICA DEL PADRE
Los amantes de las imágenes no han tenido suficiente con representar a María y a Jesús, sino que han hecho lo mismo con Dios Padre, sin importarles que Jesús nos explique que nadie ha visto a Dios y que el que cree en Él ya conoce al Padre y es conocido por Él: "Y el que me envió, el Padre, él ha dado testimonio de mí. Ni nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su parecer" (Juan 5.37), "No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios, éste ha visto al Padre" (Juan 6.46).
La imagen más común que el catolicismo ha escogido para representar al Padre es la del "Pantocrator". Esta imagen nos hace pensar en un Dios hierático, distante, frío y vengador, cuando el Padre es Misericordioso y Amoroso con todo aquel que hace su voluntad. Por supuesto, los dirigentes católicos sacaron esta imagen de la tradición pagana, en este caso las asimilaciones eran claras; Ra - Zeus - Júpiter, los dioses supremos de Egipto, Grecia y Roma, que eran representados de una manera similar.
·         ATRIBUTOS FÍSICOS DEL DIABLO
Siendo Satanás un ángel desviado, es espíritu, carente de cuerpo humano. Aunque no se suele representar en pinturas ni esculturas, sin embargo, se nos ha formado una imagen en nuestra mente de un ser físico, horrible, medio hombre medio animal, vestido de rojo, que representa el fuego eterno y con un tridente, que utiliza para martirizar a los pecadores. Esta figura de nuevo tenemos que irnos a la mitología clásica para encontrar su antecedente en el "dios Pan" Itifálico - Cernunnos, llamado así en Grecia y Roma respectivamente. Este dios tenía el cuerpo velludo, patas de cabra y en su cabeza una cornamenta de macho cabrío. Como verás existen bastantes similitudes con la imagen que se nos ha impreso de Satanás.
·         ORIGEN DE LA CRUZ
En las excavaciones arqueológicas desarrolladas en África, Asia, América y Europa, se han encontrado numerosos restos de cruces, algunas de las cuales datan de más de siete mil años de antigüedad. De hecho, la cruz, como veremos, ha sido un símbolo religioso desde su origen hasta nuestros días.
En las religiones de denominación cristiana, católica y ortodoxa, el culto y veneración de la "Cruz" está instituido como símbolo del sacrificio de Nuestro Señor. Las iglesias protestantes, aunque no hacen la hacen objeto de adoración, la usan en sus templos. En general, es el símbolo cristiano por excelencia. Sin embargo, su origen es claramente pagano e idólatra.
Tanto en Babilonia como en Egipto se veneraba al dios Tammuz - Horus. Su símbolo místico era una "T", inicial de Tammuz, con el travesaño un poco bajo, es decir, una cruz. En los monumentos y templos egipcios, se ven representaciones de reyes y dioses portando cruces en sus manos. A veces, la "T" iba debajo de un círculo o redondel, es lo que se conoce como "Cruz egipcia" o "Cruz de Tau". Este culto se difunde en el mundo helenístico, donde la cruz adquiere otras formas tales como la "Cruz Griega", es decir, la que tiene todos sus lados iguales o la "Cruz Latina", con el travesaño más corto que el palo, de manera que quedan tres lados iguales que representan, según la tradición oriental, "Cielo, Purgatorio e Infierno", mientras que el más largo representaba a la "Vida".
Mucho antes de la venida de Cristo a la tierra, en Italia se consideraba la "Cruz" como símbolo de protección contra los espíritus malignos y la situaban en sus tumbas o colgando de sus collares. Esto mismo ocurría en Babilonia, Egipto o Asiria, con lo que se demuestra que el símbolo de la "Cruz" precede con mucho la era cristiana.
Pero como la vida y la muerte están tan estrechamente relacionadas en las religiones, este mismo símbolo de vida, la "Cruz", es usado igualmente desde tiempos remotos, como medio de castigo, al principio exclusivo para las clases bajas, esclavos, extendiéndose con el pasar del tiempo incluso a los ciudadanos romanos.
No se sabe con certeza sobre que clase de cruz murió Jesucristo, pero los estudiosos hablan del tipo "Latina". Sin embargo, ¿tiene alguna importancia el tipo de cruz que usaron para matar a Nuestro Señor?. Lo importante es que por medio de su Sacrificio y Resurrección, nos libró del pecado y la muerte. A quien hay que venerar es a Cristo, no a la "Cruz", que es considerada en la Biblia como maldición: "No estará su cuerpo por la noche en el madero, mas sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldición de Dios es el colgado: y no contaminarás tu tierra, que Jehová tu Dios te da por heredad" (Deuteronomio 21.23).
En cuanto al uso cristiano de la "Cruz", éste no aparece hasta el concilio de Éfeso, y la imagen del "Crucifijo" hasta el siglo XI, fruto del olvido del segundo mandamiento, como he referido en varias ocasiones.
·         EL USO DE SÍMBOLOS PAGANOS POR PAPA Y OBISPOS
El jefe de la "Iglesia Católica", el llamado "Papa", lleva como símbolo de su primacía, una Mitra con forma de pez con la boca abierta. La explicación oficial que se nos da es que la Mitra simboliza al cristiano, que es pescado por Cristo. Recordemos que en griego, las iniciales de "Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Salvador" forman la palabra "Pez". Sin embargo, el origen de la Mitra es mucho anterior al cristianismo.
En ningún lado de la Palabra de Dios nos habla del uso de la Mitra por los apóstoles, obispos o ancianos, ni tampoco establece una primacía entre ellos, pues la única cabeza es Cristo: "Y Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia; Él que es el principio, el primogénito de los muertos, para que en todo tenga el primado" (Colocenses 1.18).
Entonces, ¿de donde viene la utilización de la Mitra?
Tenemos que volver la vista de nuevo a las religiones paganas; es en Babilonia donde el sumo sacerdote del culto a Semíramis, llevaba una Mitra como símbolo del "dios Dagon", el dios pez. Cuando el ejército macedonio - persa ocupó Babilonia, se produjo la huida del sumo sacerdote y algunos adeptos a la ciudad de Pérgamo y de allí a Italia, estableciéndose como religión Etrusca. Es allí, ya en tiempos de la influencia romana, cuando el culto pasó al Imperio y fue Julio Cesar, tras ser iniciado en los misterios babilónicos, el que unifica el poder religioso y político en una misma persona, pasando a ser el propio Cesar la reencarnación de un dios. Desde entonces los emperadores romanos llevaban la Mitra como símbolo del sumo sacerdocio de la religión pagana, llamándose "Pontificex Maximus".
Es Constantino, en el edicto de Milán del año 313 D.C., quien legaliza la religión cristiana y, posteriormente, la instituye como religión oficial del Imperio. Se unifican, en este importante personaje, los primados político y religioso - cristiano del Imperio. Es a partir de él, que los "Papas y obispos" llevan el título de "Sumos Pontífices" y la Mitra, como símbolos de su primacía religiosa.
·         EL CULTO A LOS SANTOS
En las epístolas de Pablo, Pedro o Judas, aparecen en numerosas ocasiones, referencias a los santos como personas que se han entregado a Dios. Siempre son personas vivas, no tienen otro requisito ni mérito que el haber aceptado el mensaje de Salvación, es decir, simples cristianos. La palabra "Santo" es, pues sinónimo de apartado del mundo para Dios. No significa esto que sea un ermitaño, sino que ha renunciado a los deseos de la carne para servir en espíritu al Señor. Esto lo hace cualquier cristiano, no de nombre, sino de verdad, aquel que cumple verdaderamente el Evangelio de Cristo: "A la iglesia de Dios que está en Corinto, santificados en Cristo Jesús, llamados santos, y a todos los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo en cualquier lugar, Señor de ellos y nuestro" (1ª de Corintios 1.2).
Entonces, ¿por qué la "Iglesia Católica" y otras religiones nombran "Santos" a personas que han muerto y que según los dirigentes han hecho méritos que les distinguen de los demás fieles?, ¿por qué son objeto de culto y tienen un papel de intermediación entre Dios y los hombres, tal y como ya vimos que se le atribuye también a María?
De nuevo tenemos que remontarnos a las religiones paganas; es en Babilonia donde los hombres adoraban a casi cinco mil dioses y diosas. Estos no siempre habían sido divinos, sino que hubo una época en que fueron personas, héroes vivientes en la tierra, y después de su muerte se les reconoce, por sus méritos, como objeto de culto. De hecho, cada día estaba dedicado a un dios particular que les protegía, de la misma forma que en la actualidad existe un santoral cristianizado; por ejemplo, 22 de noviembre es el día de "Santa Cecilia" patrona de la música, etc.
Las poblaciones, los gremios o distintos trabajos, todo tiene su "Santo Patrón/a" que les protege y a él se implora en caso de necesidad. Es muy extendida, también, la costumbre de poner a los recién nacidos el nombre del "Santo/a" a quien se le pide que proteja a esa criatura.
El catecismo de la religión católica anima a los fieles a orar e imitar a quienes, debido a sus buenas obras, han sido declarados santos por la jerarquía eclesiástica "...los testigos que nos han precedido en el reino, especialmente los que la Iglesia reconoce como "santos", participan en la tradición viva de la oración, por el testimonio de sus vidas... Contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra... podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero..." (pag. 732). Es esta la postura oficial de la "Iglesia".
Por supuesto, la Biblia, no está de acuerdo con esta práctica: "No sea hallado en ti quien haga pasar su hijo o su hija por el fuego, ni practique adivinaciones, ni agorero, ni sortilegio, ni hechicero, ni fraguador de encantamientos, ni quien pregunte a pitonisos, ni magos, ni quien pregunte a los muertos porque es abominación á Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios las echó de delante de ti" (Deuteronomio 18.10-12). De hecho, comunicarse con personas con personas que han muerto no es más que una forma de espiritismo: "Y si os dijeren: Preguntad a las pitonisas y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo á su Dios? ¿Apelará por los vivos a los muertos? ¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme á esto, es porque no les ha amanecido" (Isaías 8.19-20). Como puedes comprobar es una práctica aborrecible a Dios.
Esta práctica, que ya hemos visto que es de origen pagano, se mezcla con la, ya anteriormente comentada, de realizar y adorar imágenes. Existe toda una ciencia de la imaginería religiosa, no sólo exclusiva de "Cristos y Vírgenes" sino que abarca todo el santoral religioso. Es costumbre representar a los "Santos" con una aureola sobre sus cabezas, como tu tuviesen un hálito de santidad. Esta práctica también ha sido copiada y asimilada de la cultura religiosa babilónica, que representaba sus dioses y diosas con redondeles y rayos dorados alrededor de sus cabezas. También esa práctica pasó a las culturas egipcia - helenística - romana y de aquí a la tradición religiosa cristiana.

@ 1997  por Frank Paya

Publicado con permiso del Autor del Texto